- EL EJERCICIO FÍSICO ES LA PRIMERA MEDICINA El realizar ejercicio físico debería estar en cualquier tratamiento médico que recibiéramos, siendo además una terapia preventiva de primer orden. Múltiples trabajos científicos apoyan esta premisa. Las personas que hacen ejercicio físico mueren menos, tienen menos enfermedades cardiovasculares, tienen menos ictus, tienen menos cáncer. ¡Qué no! No le estamos diciendo que se apunte al gimnasio o se levante una hora antes para ir a correr. Puede ser algo tan sencillo como andar a paso ligero un mínimo de 30 minutos durante al menos 5 días a la semana. Andar a paso ligero es andar como si uno tuviera prisa. 10.000 pasos diarios es el número mágico que proponen varios centros de investigación. El beneficio, si se hace bien, es significativo para la salud y especialmente recomendable para las personas que necesitan proteger sus articulaciones o padecen de las mismas. Este hecho, tal como se recoge en un artículo de la sección “BuenaVida” del País, favorece un auge de los “andadores” (power walking) frente a los “corredores (running). Un ejemplo de los múltiples beneficios que tiene el ejercicio sobre la salud se recoge en la web de la Comunidad de Madrid.
- ENTENDER Y CUMPLIR LOS TRATAMIENTOS DE UNA MANERA RAZONADA. En medicina, seguir correctamente un tratamiento prescrito por un médico se llama “adherencia”. Los estudios realizados en este aspecto muestran que, con mucha frecuencia, no se siguen correctamente los tratamientos. En enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión sólo siguen correctamente el tratamiento un 50 % de los pacientes. Esta situación ocurre en la mayor parte de las enfermedades habituales siendo la menor adherencia en los pacientes con algún tratamiento psiquiátrico. Las razones son múltiples y su análisis es otra historia. Por ello cuando nos toque ser “pacientes” y seguir con un tratamiento, debemos entender dicho tratamiento y los objetivos del mismo. Si no hemos entendido el tratamiento o no vemos claro que sea necesario, ¿por qué no compartirlo con el médico? Si un tratamiento nos sienta mal o no nos hace “nada”, podemos interrumpirlo, pero si no avisamos al médico podemos estar perdiendo una oportunidad de corregirlo o adaptarlo a nuestras circunstancias. No todos los tratamientos le sirven de igual manera a todos los pacientes. Muchos son tratamientos escalonados y si abandonamos el tratamiento porque el primer escalón no ha funcionado, estaremos privandonos de la oportunidad de alcanzar el escalón terapéutico adecuado a nuestras necesidades.
- PREVENIR ES MEJOR QUE CURAR. Los resultados de la medicina preventiva están avalados por múltiples estudios. Nuestro médico podrá informarnos según nuestra edad, sexo y antecedentes, cuáles son los parámetros que es necesario revisar. Estas revisiones generales están avaladas por estudios científicos y por el rendimiento esperado de las mismas. Como es lógico el coste de revisar todos los parámetros posibles a todas las personas es inviable. Pero a título personal, sólo si nos lo podemos permitir, puede ser razonable ampliar el estudio básico a estudios más amplios, aunque la estadística nos indique que lo más probable es que el estudio sea normal y habremos gastado un dinero inútilmente. No obstante, de manera individual podemos beneficiarnos de la detección de algún problema poco frecuente, pero que no nos haya tocado a nosotros. Aunque las implicaciones éticas hasta donde llegar en la medicina preventiva son complejas; en mi opinión la libertad individual debe primar y ser nosotros lo que elijamos en qué gastar nuestro dinero conociendo las limitaciones de estos chequeos generales.
- EVITAR ” EL SILENCIO DE LOS CORDEROS “: Hay que implicarse activamente en nuestros cuidados. La atención médica es un proceso muy complejo en el que además existen zonas de incertidumbre. Pueden existir diferentes opiniones ante un mismo problema (variabilidad de la práctica clínica) y además siempre existe el riesgo de ocurra un error. Por todo ello es importante que, cuando nos toque ser pacientes, tengamos una actitud activa sobre las medidas que nos han recomendado.
Esta actitud activa tiene dos vertientes, la primera es estar informados (internet nos lo pone fácil y difícil al mismo tiempo) y la segunda es que nunca deberíamos dar nada por hecho. Comentarios como “el médico sabrá lo que hace” o “no se que es ésto pero por algún motivo será”, sólo demuestran que no estamos informados e involucrados en nuestra atención. Esto puede conllevar falsas expectativas y favorecer los errores. Ante una operación o procedimiento invasivo tenemos que tener claro qué objetivo tenemos y que complicaciones estamos dispuestos a asumir. Las posibles complicaciones incluyendo la falta de éxito de la operación, nos afectará a nosotros, no al médico que nos va a operar. Además puede ser recomendable disponer de una segunda opinión e incluso conocer la experiencia de los médicos que nos atienden en el tipo de operación indicada.
Una actitud activa respecto a los cuidados que estamos recibiendo incluye que, si en un hospital nos dan alguna medicina de manera inesperada, o nos van a hacer alguna cosa que nadie nos ha explicado, no pasa nada por preguntar y tener claro el motivo de dichas actuaciones. No se trata de cuestionar y dificultar la atención recibida sino colaborar y entender las medidas que nos están aplicando. No podemos olvidar que en medicina como en cualquier otra profesión el factor humano es muy relevante en los resultados.
La biología no es como la estadística o las matemáticas. Existen variaciones de una personas a otras, lo que puede ser bueno para un paciente no lo es tanto para otro paciente. Con una misma radiografía o prueba de imagen, una cirugía puede estar indicada en un paciente y ser “más que dudosa” en otro paciente (sintomatología, antecedentes, expectativas de los propios pacientes). Existen numerosas “zonas grises” en medicina. Estas son aquellas situaciones en las que no está claro la decisión a tomar. Esta es sólo una de las razones de la variabilidad de la práctica clínica.
Es curioso lo que incluye este concepto. Los primeros estudios se hicieron en los años 30, cuando a un investigador le llamó la atención que la diferencia de la tasa de amigdalectomías en los escolares de una misma ciudad variaba en un 40 %. Es decir que dependiendo a qué otorrinolaringólogo fuera un chico, tenía más o menos probabilidades de terminar sin anginas. A partir de los años 70, este hecho se hizo más relevante en los estudios realizados en la ciudad de Vermont: Las tasas de amigdalectomía oscilaban entre un 8 y un 70 %, las de histerectomía entre el 15 y el 60 % y las de prostatectomía entre un 5 y un 15 %. Esta variabilidad depende de las características de la población atendida, depende también de la oferta de servicios (de manera que si en una zona tenemos disponible un servicio, éste se usará más que si no está disponible), pero también existen factores dependientes del hospital en que nos atienden y del propio médico o cirujano.
Un ejemplo muy estudiado en España de este último aspecto y de la variabilidad de la práctica clínica es la diferencia de la tasa de cesáreas. Es superior a otros países. Es cierto que varía entre hospitales públicos y privados de una manera relevante, pero también varía enormemente entre unas comunidades y otras. Una revisión de este caso en particular puede verse en el siguiente artículo.
Esta es una de las razones por las que todos los pacientes debemos ser activos, estar informados, cuestionar lo que no entendamos y pedir otras opiniones. Realmente la medicina ha avanzado tanto que la variabilidad de la práctica clínica cada vez es menor, pero mientras haya medicina, habrá diferentes opiniones.
El estudio de la variabilidad de la práctica clínica cada vez tiene más valor como una medida básica en la mejora de la calidad del sistema sanitario. Comparar resultados y tasas entre hospitales permiten detectar a aquellos centros con una tasa baja de un procedimiento (probablemente lo estén infrautilizando) o una tasa demasiado alta (sobrediagnóstico). Este concepto, volviendo al caso de las cesáreas, quiere decir que en el hospital que tenga una tasa muy alta, se está produciendo probablemente un uso excesivo del procedimiento, por lo que tendrá que revisarlo y corregirlo. Pero el hospital con una tasa muy baja, probablemente no es que lo esté haciendo bien sino que está haciendo menos de las que tendría que hacer. Conocer los datos nos permitirá poder corregir las desviaciones.
- LA SALUD NO ES SOLO MEDICINA. Hay que hacer cosas que nos sienten bien: reír, meditar, rezar para las personas creyentes, relajarnos, divertirnos, compartir…, estas pequeñas cosas son aditamentos de una vida plena que frecuentemente conlleva una salud envidiable. ¿Para qué queremos una buena salud sino es para disfrutar de la vida? La vida muchas veces no nos lo pone fácil, pero si no nos encontramos bien con la vida que llevamos, es posible que la salud se resienta. Mejorar en este aspecto es especialmente difícil pero no imposible. Es importante que cuando nos llegue nuestra última enfermedad no echemos de menos las cosas que queríamos haber hecho, que podíamos haber hecho, y dejamos relegadas para un futuro que ya nunca llegará.
- SI LA SALUD SE COMPLICA , BUSQUE “UN DIRECTOR DE ORQUESTA “. Hay personas que tienen una o varias enfermedades crónicas, con varias medicaciones y con episodios de descompensación, complicaciones, etc. Sobre esta situación crónica pueden surgir problemas adicionales que impliquen nuevos tratamientos. Muchas veces los médicos que nos atienden nos ven con el catalejo limitado de su especialidad. Este catalejo no tiene vista panorámica y puede ocurrir que, cuando se intenta arreglar una cosa, se pueda estropear otra. En estas situaciones lo óptimo es tener un médico cercano, de fácil acceso y en él en que tengamos confianza. Puede ser nuestro médico de familia, puede ser un médico especialista en medicina interna o un geriatra. Son médicos que, en general, tienen esa visión panorámica que nos falta a muchos especialistas.