El procedimiento de autotransfusión consiste en que se utilice la propia sangre del paciente para una transfusión. El objetivo fundamental es evitar el posible riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas si usamos sangre de otras personas; aunque dicho riesgo se haya reducido de una manera muy importante en los últimos años.
Existen tres variedades fundamentales de autotransfusión. La que todo el mundo conoce es la modalidad de autodonación. En ella, el paciente se convierte en su propio donante de sangre y dona 2 o más unidades antes de la operación que quedan reservadas para la misma.
Otro modalidad de autotransfusión es la recuperación perioperatoria de la sangre del paciente que se está perdiendo con motivo de la cirugía. Para ello existen dispositivos que recuperan la sangre intra o posoperatoriamente. Los más habituales son estos últimos, que recuperan la sangre que se pierde por los drenajes nada más terminar la operación y durante un tiempo limitado. El uso de estos dispositivos dependerá del tipo de operación y del riesgo de necesitar una transfusión.
La última modalidad se llama hemodilución y está en desuso. En esta variante, se extrae sangre del paciente en las 24 horas antes de la operación, sustituyéndola por diferentes tipos de sueros. Al final de la operación se transfunden estas unidades extraídas previamente.